Desde el estreno de la película animada de Disney Encanto en cines y su posterior puesta al público en la plataforma Disney + se ha generado un estallido de emociones y reacciones alrededor de la película que van desde el entusiasmo desmedido mezclado con la exacerbación de un sentimiento patriótico perdido hasta una actitud tremendamente reaccionaria de nacionalismo repentino en el que se critica el tipo de representación (o falta de ella) que hay de Colombia en la película, por supuesto, todo atravesado por los cientos de personas que no pueden sacar de su cabeza el «No se habla de Bruno, no, no, no».
Como Colombiana, comunicartista y apasionada por Disney, no me quedo atrás en querer comentar mis impresiones e interpretaciones, positivas y negativas, de la película. Pero hay algo que me ha producido muchas más ganas de escribir sobre el tema y es, precisamente, la gran cantidad de comentarios curiosos que he leído al respecto, por lo que quiero también responder o hablar de algunas de esas impresiones que ha causado la película. Así que dividiré este texto por pequeños temas, de tal forma que, como lectores, puedan aproximarse a los temas (o controversias) que más les interese, al igual que a mis opiniones críticas sobre Encanto y su percepción.
¿Por qué cantan todo el tiempo?
Imaginen por un momento esta situación: una persona a quien solo le gustan las comedias románticas se empecina en ver una película de Quentin Tarantino solo para al final quejarse de que es demasiado fuerte, violenta, sangrienta y que debió incluir en ella a Adam Sandler. Suena un poco fuera de lugar ¿no? Pues bueno, es porque, al igual que en la literatura, en el cine hay géneros, estilos, formas, que pueden caracterizar a directores, guionistas, actores y casas productoras. Por ello resulta curioso la gran cantidad de comentarios que he leído en redes en los que las personas se preguntan por qué en Encanto cantan cada cinco minutos o, peor, se quejan de la cantidad innecesaria de música que tiene la película. Si se piensa con detenimiento, no se aleja mucho del pintoresco caso con el que inicio este tema.
Podría zanjar entonces la discusión con esta simple frase: Disney es una industria de musicales animados, es ingenuo y fuera de lugar ver una de sus películas con la expectativa de que no canten. Sin embargo, esto se quedaría un poco corto a la hora de comprender por qué es importante la carga lírica y melódica en sus películas, y, en consecuencia, por qué Encanto debe ser entendido, evaluado y criticado como lo que es: un musical de animación digital.
Resulta que, aunque hoy en día lo común e hipermasivamente mediático para el público infantil es el estilo Disney, con todo lo que implica, y el de otras grandes compañías de animación como DreamWorks, Pixar, e incluso las industrias de anime de largometrajes como Estudio Ghibli, a principios y mediados del siglo XX el escenario era muy diferente, y, de hecho, hasta que a Walt Disney, con todas sus virtudes y defectos, se le ocurrió la genial locura de hacer largometrajes animados musicalizados, la sola idea de pensar en una película de animación que durara una hora era una locura. No es gratis que casi arruinara a su hermano en múltiples ocasiones por sus ocurrencias de proyectos millonarios que no tenían precedentes en la historia del cine.
En consecuencia Walt Disney además de crear una compañía cinematográfica, creó un estilo, un género, a partir de Blancanieves y los siete enanitos, tan revolucionario que fue merecedor de un óscar honorario con dicho filme que incluía siete pequeñas réplicas del galardón en homenaje a los siete coprotagonistas de la historia. Pero ¿por qué Blancanieves mereció esto cuando hoy nos parece una película tan común? Pues porque logró demostrar que la animación era merecedora de ser largometraje y juntó a ello el uso de una sinfonía, como ya se había hecho antes en cortometrajes, además de presentar canciones que fueron conmovedoras para el público de su época. Es por esto que nació una forma artística que define a la compañía y que compone el estilo de la gran mayoría de los filmes desde 1937 hasta hoy en día.
Pero, por si quedan dudas de por qué Walt Disney se interesó en hacer musicales, es necesario recordar que, aunque Disney nos parezca hoy en día una compañía universal, es, por el contrario, una empresa completamente estadounidense que refleja de muchas formas la sociedad y cultura de dicho país, para el cual el teatro musical es una parte muy importante y arraigada a su tejido sociocultural, razón por la que existen también los muy importantes musicales de Broadway. Paralelo a esto, al igual que Rafael Pombo y la mayoría de autores que han hecho hitos de la literatura y narrativa infantil, Disney fue plenamente consciente de que las rimas son una forma de comunicación muy intuitiva y atractiva para los niños, que gozan con las rondas, la musicalidad y la repetición de frases pegajosas. Por eso de niños, la gran mayoría, hemos repetido hasta el cansancio, con destreza y gozo, los versos de Rin Rin Renacuajo, las nanas que nos cantan nuestras madres y abuelas y, por supuesto, canciones como Hakuna Matata.
Claro, el lecto podrá pensar, bueno, pero esto era en la década de los años 30, los niños han cambiado y Disney podría intentar hacer cosas nuevas, pues Pixar, Dreamworks, y muchos más, han probado otras formas narrativas (que igual usan la fórmula del viaje del héroe examinada por Vladímir Propp y apropiada por Disney), con gran éxito. Pero sucede que Disney también lo ha intentado y ha fracasado, en la mayoría de los casos, sistemáticamente, incluso con productos buenos. Atlantis: El imperio perdido, El Planeta del Tesoro y Chicken Little son prueba de ello; ni hablemos de The Wild, que ya nadie siquiera la recuerda. Razón por la cual Disney no abandona un género propio que hoy en día no deja de representarle ganancias millonarias en grandes éxitos como Frozen, tanto en taquillas como en su gran imperio de producción de suvenires, juguetes e incluso artículos de lujo.
La odiosa comparación con Coco
Debo admitir que la sistemática comparación con Coco es de lo que más he odiado leer en las redes. La razón principal es que, como colombiana y como latinoamericana, he sufrido en múltiples ocasiones, sobretodo en el mundo gamer, la muy discriminativa categorización de mexicana genérica por ser de latinoamerica, pues, para muchos estadounidenses y europeos todos somos la misma cosa. Por supuesto, no tiene nada de malo ser mexicano, y si hubiera nacido en México me sentiría muy orgullosa de mi nacionalidad, pero meter en un mismo saco a toda Latinoamérica es una reducción absurdamente violenta de las muy ricas y valiosas diferencias que nos distinguen entre países, lo que elimina del todo nuestro gran bagaje cultural que nos hace naciones diversas a todos, incluso, al mismo México, al que muchas veces no son capaces de vernos fuera del cliché. Por eso me asombra que como latinoamericanos caigamos en la misma trampa e inmediatamente comparemos a Encanto con Coco simplemente porque son los dos mayores exponentes masivos e hipermediáticos recientes de representación latinoamericana, cuando, realmente, no tienen casi nada en común, lo cuál voy a argumentar a continuación.
Encanto es de Disney, no solo como sello sino como productora, mientras que Coco pertenece a la productora Pixar que, sí, fue devorada como marca por la primera dentro de un juego perversamente capitalista de apropiarse y monopolizar absolutamente toda la producción fílmica de animación masiva, pero no quiere decir que sean, ni de lejos, productoras similares y mucho menos iguales en cuanto a creación artística. Pixar, más que evidentemente, tiene su propio estilo, le interesan temáticas diferentes que a Disney, construye narrativas diferentes y produce emocionalidades desde otras vías. Por ello, una comparación entre ambos, independientemente de cual productora sea la favorita de cada uno, resulta completamente falaz, ya que apuntan a metas, como obras, totalmente distintas, lo que, entre otras cosas, le asegura a Disney un éxito económico enorme al monopolizar ambos estilos a la hora de recaudar capital, y esto, irónicamente, le garantiza a Pixar su autonomía creativa después de haber sido devorado.
Por supuesto, ya que hablé de música en el tema anterior, sería lógico pensar que la comparación surge porque ambas son musicales, pero esto, de hecho, sería un error en cuanto a percepción de los géneros, pues aunque sí, efectivamente pueden considerarse como tal las dos, la naturaleza de la música en ambas es completamente diferente y esto responde al tema de los estilos mencionado con anterioridad. Por un lado, la fórmula de Disney, desde siempre, ha hecho uso de la música de una forma narrativa, lo que quiere decir que las canciones son fundamentales y críticamente estructurales para la construcción de la historia que se desarrolla, es decir, los eventos importantes suceden dentro de los episodios de canto, como cuando Scar va a hacer un golpe de estado desde la indignación de clase de las hienas en El rey león o como cuando Elsa y Ana discuten sobre si ella debería volver al reino en Frozen, son literalmente el corazón de la narrativa, razón por la cual también es un error pensar que las canciones de Encanto sobran, pues, si se mira con atención, son los momentos en los que se dicen cosas importantes de la historia, como las debilidades de sus personajes o sus conflictos con la familia, y ni hablar de todo el giro argumental que tiene la película cuando suena Dos oruguitas. Por otra parte, la fórmula que usa Pixar para sus películas musicalizadas, no es de tipo narrativo sino emocional, ya que hacen uso de las canciones para intensificar a su máxima expresión los momentos afectivos más fuertes, como en Cambios extraños de Toy Story o en el famoso Recuérdame en Coco; se trata de puntos profundamente emotivos en la subjetividad de los protagonistas en los que se busca que haya un efecto de catarsis y empatía con la situación que se ve en el filme. Por ello, resulta tan difícil comparar estas dos películas, porque sus ambiciones y motivaciones son completamente distintas.
En consecuencia, sería mucho más apropiado comparar a encanto con Moana que hacerlo con Coco, y aunque, por supuesto, es posible y necesario comparar productos comunicativos de diferentes géneros, resulta realmente triste que como colombianos solo se nos ocurra traer a colación la otra película hipermasiva ambientada en Latinoamérica, sobretodo para argumentar una mejor representación, tema del que hablaré a continuación.
Querido colombiano: Disney no te debe nada
Me ha parecido bastante interesante cómo algunos comentarios demuestran una exigencia en nivel de representación que no se les ha impuesto ni a los libros de historia. He podido leer una gran cantidad de opiniones en las que se argumenta que faltó mostrar mucho de la riqueza en la cultura colombiana, en todos sus aspectos, acompañados, por supuesto de los que dicen que, en cambio, Coco sí mostró la cultura mexicana.
La primera razón por la que esto resulta falaz es porque sería absolutamente imposible, aunque fuera un documental, mostrar a todo un país, en cada una de sus dimensiones en un filme de menos de dos horas, sobre todo si se trata de uno tan multicultural como Colombia. Y eso, si nos paramos en un escenario imaginario en el que la película trata sobre el país, lo cual es errado, pues la película trata sobre el conflicto de una familia que se resuelve a través de la escucha. Por supuesto, está ambientado en el país, justo como Frozen está ambientado en Noruega, La bella y la bestia en Francia, Mulán en China y Toy Story en Estados Unidos, pero ninguno se trata del país o la nación como tal, sino que es el escenario, el espacio sociocultural, en el que está emplazada una narrativa que, a veces puede tomar elementos directos de su entorno como en Lilo & Stitch con Hawái, o en acontecimientos históricos o mitológicos del mismo como en Pocahontas con Estados Unidos o como en Hércules con la Antigua Grecia. Pero en ningún caso se ha mostrado la totalidad del complejo histórico, social, cultural, geográfico o demográfico de ningún espacio, por la simple razón de que seria absurdamente irrealizable.
Por supuesto, cuando vemos las cosas desde el exterior creemos que la identidad de los otros es muy simple y se puede condensar en un solo producto. Por eso, pareciera que con Coco sí hicieron un magnífico trabajo, ya que hay rancheras, corridos y día de muertos, como si toda la sociedad, cultura e identidad mexicana se redujera a eso, cuando México tiene una historia mucho más amplia y compleja. Esto no quiere decir que dicha película también tenga un trabajo deficiente, sino que, al igual que Encanto, es una historia particular que hace uso de unos elementos específicos de una nación y cultura.
Ahora bien, en la mayoría de elementos utilizados se nota que, por parte de Disney, hay investigación y trabajo cuidadoso para no caer en estigmas que nos han afectado tanto mediáticamente. Le dieron una representación decente y delicada a muchos aspectos de nuestra cultura y, a pesar de ciertos detalles que hacen evidente la mirada extranjera, como el hecho de que Mirabel diga que los niños no deben tomar café, cuando en nuestro país es muy común y normal, es innegable que el trabajo del paisaje, la textura, los colores, entre otros, remite todo el tiempo a Colombia.
Pero no puedo evitar preguntarme por qué seremos tan exigentes con la representación que hace una productora de animación masiva estadounidense de nuestro país mientras que nos hacemos de la vista gorda con los cientos de productos comunicativos nacionales e internacionales que hacen representaciones estereotipadas y estigmatizantes día tras día y por las cuales el imaginario sobre Colombia se limita al narcotráfico en el exterior, mientras que los medios privados del país hacen parecer que no existe nada más allá de Bogotá o una costa terriblemente reducida a la representacion cliché del vallenato. Todo esto mientras que la mayoría es incapaz de ver, y mucho menos de apoyar o hacer visible la gran producción en animación infantil que hay en el país y que se transmite por medios públicos, a través de lo cual se hace un ejercicio de representación mucho más incluyente y descentralizado.
Por eso no se trata de echarle piedra virtual a Disney en comentarios de cada noticia que salga de Encanto, sino de comprender cuál es el papel de Colombia en la película, con todas sus limitaciones y también de darle una mirada, e incluso compartir, aquellos productos animados que pueden dar una mirada más amplia sobre el país, sin esperar que una empresa estadounidense lo haga por nosotros.
Como aporte, dejo una animación colombiana que me encanta y de una red de medios de la que espero hablar en otra oportunidad.
Ahora sí, mi punto de vista
Después de abordar esos temas, lo cual creo muy necesario por todo lo que he leído en redes, ahora sí, mi opinión sobre la película.
Si hay algo que valoro mucho narrativamente de este filme es la forma en la que Disney se atrevió a abstraer sus personajes arquetípicos para generar unas reflexiones más intensas sobre la tensión entre heroicidad, villanía y todo lo que hay entre estos dos. Pues, para comenzar, aunque evidentemente Mirabel resalta en la historia, el papel protagónico se lo lleva la familia como tal, en la que hay un matiz mucho más grande de complejidades de lo que podría darse en un personaje en específico. Cada miembro de la familia Madrigal es un protagonista y tiene un rol crítico en su viaje y redención. Por otra parte, no hay un villano en particular, sino que el enemigo recae en las propias actitudes de la familia, lo que deriva en su fragmentación y ruptura; razón por la cual el nicho familiar tiene la capacidad de ser el bueno y el malo de la película, depende de las actitudes y decisiones en común el matiz que toma como personaje colectivo.
Esto, narrativamente es bastante profundo e interesante, pues muestra dos aspectos muy importantes, y reales, del bien y el mal: que nadie es bueno ni malo, sino que son las acciones las que le dan forma y pueden cambiar nuestro ser, y que existen seres en conjunto, pues, la familia, los amigos, el pueblo, entre otros, más que ser instituciones, son también complejos afectivos en los que cada ser hace las veces de un órgano dentro de un cuerpo colectivo, una red en la que cuando alguien se fractura tiene un impacto directo en el bienestar de todos los demás, lo cual es mucho más problemático (en el buen sentido) que un héroe del que depende el destino de todos.
Sin embargo, también provoca un problema, y es que no hay suficiente tiempo para elaborar con la complejidad necesaria y con profundidad cada uno de los personajes. Por lo que, aunque hay un buen trabajo a la hora de expresar los conflictos internos de algunos, como en el caso de Isabela y Bruno, en otras ocasiones se queda un poco suelta la situación específica, lo que ocasiona cabos sueltos y una sensación de que faltó saber, o sentir más, sobre determinado personaje para, realmente, generar un sentimiento de empatía.
Ahora bien, si hay un acierto muy grande en Encanto es la forma tan delicada y bien cuidada en la que se aborda el tema central de la película que está tan ligado a nuestra historia como colombianos: las cicatrices que deja la violencia y el desplazamiento forzado. Lo particular y especial en esto es que se logró una historia en la que no se reitera el estereotipo del conflicto sin fin en Colombia como protagonista, ni tampoco se revictimiza a quienes lo han sufrido, sino que se muestra con dignidad y resiliencia la convivencia con las heridas que inevitablemente nos ha dejado el conflicto a la mayoría de colombianos. Y, quizá, lo más importante es que se muestra que la violencia no es solo algo que ejerce un actor o bando X, sino que puede volver a generarse en cualquier momento, incluso en los hijos amados, cuando como colectivo no somos capaces de escucharnos, aceptarnos como somos y como son los otros para construir en común. Mirabel es la heredera del cuidado de Casita precisamente porque en el momento en el que su familia se quebraba por la violencia interna que ejercían los unos con los otros fue capaz de escuchar a cada uno, comprender sus complejidades y debilidades para así entender que devienen y actúan desde un lugar diferente al que se les ha impuesto. Por eso es tan importante el abrazo con Isabela, porque se trata de ser capaz de aferrarse a la diferencia, a aquel que no soportamos, para permitir una coexistencia y convivencia. Quizá, se trata del mensaje más importante que podría recibir Colombia en cualquier momento de su historia.
Por otra parte, el momento tan profundamente afectivo de la canción de Dos oruguitas es fundamental por tratarse del instante en el que una mujer sobre la que ha caído todo el peso de su familia y su comunidad es capaz de por fin mostrarse débil y enfrentar sus heridas para así ser una persona mejor para su nieta y comprender que, aunque las cosas son diferentes de lo que espera, su familia tiene toda la capacidad para mantener el milagro. Mientras que la esencia de Pedro, el abuelo, se transforma en el legado que ahora Alma es capaz de abrazar. Y ese milagro se trata de poder construir desde las cenizas, una y otra vez, con la fuerza y la unión que compone a la familia, rota, pero con el amor suficiente para perdonarse y salir adelante.
Sería imposible, en consecuencia, no ver retratado en este aspecto tan profundo algún recuerdo de nuestras familias, y eso es algo que valoro profundamente de la película.
No obstante, es una lástima, al menos en la versión de doblaje latinoamericano (no la he visto en Inglés), que la ingeniería de sonido se quedó muy corta, por lo que es difícil entender qué dicen los personajes en algunos momentos determinados de las canciones y esto deriva en que sea difícil comprender el todo de la historia con una sola vista de la película. Pues hay muchos detalles en cada una de las líricas que hacen más potente los problemas de cada uno de los hilos familiares, y ayuda mucho a comprender el porqué cada uno de los personajes tiene un papel en el colectivo.
Pero a pesar de los errores, siento que Disney logró hacer una apropiación del realismo mágico que pone sobre la mesa un trasfondo que no es tan obvio o evidente. Permite capas de lectura que llevan a realidades paralelas, donde la magia solo es una excusa para ver lo extraordinario de una realidad específica en la que, a la larga, lo que importa es la unión familiar desde la escucha, el perdón y la aceptación.
2 comentarios
Didier Gabriel Valdés · enero 11, 2022 a las 7:31 pm
Excelente resumen sin embargo aunque muy acertivo y crítica neutral se denota en pocas palabras que te encantó la película jaja en algún lugar debes decirlo … Aunque se nota en contexto pero como nota personal jaja cabe decir que coco solo denota un día y si ambientación es de un día de muertos jaja tal y como pasa en la película el libro de la vida hecho por latinos es igual pero me parece mejor representado los mundo y demás en el libro de la muertos …. Segundo encanto si tiene su aporte a Colombia de como se maneja el conflicto cabe recordar que estamos saliendo de un fase del proceso de paz y hay que demostrar el probelmas y la solución del perdón y seguir adelante … Y no sol mostrar violencia extrema jaja
Resistian · enero 12, 2022 a las 11:58 am
Pienso que es una reseña muy juiciosa, de lo cual tengo una serie como de preguntas frente a la misma. Una, es pensar en la posibilidad de otra película ¿que podría desarrollarse , como en frozen 2 ? ¿Crees que la película como representación hegemónica tenga efectos en nuestra cultura? ¿Carolina Sanin comentaba sobre lo vomitaba que era por ser asumida como Colombiano como representacional y una falta de autoestima total por lo nuestro, que opinas?
Por otro lado desde mi opinion aunque la narrativa como la expones es muy buena, creo que hay en definitiva una pared exotizada extranjera muy romántica, que falta afinar, porque no logra entender un referente como cien años de soledad, claro, entiendo que es disney peroooo el realismo mágico es mágico porque es la realidad que se convierte en magia, no es la magia en realidad, es algo así como decir que el hielo es un lente con arcoiris a decir que el arcoiris del lente es un hielo y ese es un problema que se ve cuando queda algo por decir o desarrollar de los otros personajes al terminar la película, es algo que por la sencillez del pensamiento norteamericano se escapa de entender y lo lleva al terreno de lo ajeno, en lo colombiano. Otra es seguir usando esa musica de salsa norteamericana que me da gracia porque es similar al de las porno latino, frente a usar musica colombiana que solo paso una vez con el padre de Mirabel. De resto es el problema y la solución algo extraordinario y bello, que ojalá como cultura valoremos, el consenso, el no hablar por otros, sino el de escuchar y dejarlos ser en su diferencia es algo que necesitamos resanar en este quebrado y diverso país.